¿ Haz lo que te da miedo y la muerte del miedo es segura ?
Y, cuando el silencio se hubo ido lejos, me había dejado varias palabras para explicarlo, pero se había llevado
mis sonidos y tuve que ceder a ese momento, en el que no pude más que resignarme.
Entonces, cuando el amor ya había partido de mí, me había dejado grandes lecciones y sabidurías, pero se había
llevado mi belleza; mi apariencia ya no era más que debilidad, y no tuve a quien corresponder, y tuve que
amoldarme a mi situación.
Fue, que el orgullo ya no se había visto más cerca de mí, y me había dejado grandes caminos y teorías,
pero se había llevado mis riquezas y mis cosas; y no tuvo entonces más sentido el tener para saberme
digno de dar. Me tuve que acostumbrar a sólo tener como únicas posesiones al viento, y a un pájaro que
venía a cantar de vez en cuando una alegre melodía cerca de mi ventana.
Y fue, que la ignorancia había partido muy lejos de mi espacio, y me había dejado grandes ciencias y
dictámenes, pero ya se había llevado mi inteligencia y mis razonamientos; entonces, no tuvo más sentido
el procurar resolver alguno de mis problemas y contratiempos, y tuve que compenetrarme en lo que estaba
sucediendo ahora.
Creo, que el miedo tardó un poco más en alejarse de mí; pero finalmente cuando partió, me había dejado
grandes valentías y conquistas; entonces creo, no tuvo más sentido el vencer todo aquello que tenía que
vencer y ser valiente; entonces supongo que...
- Disculpe que lo interrumpa -me dice alguien. Me sobresalto y volteo rápidamente,
dejando de ver y escuchar a mi pájaro preferido.
- Quién es usted... señora...? -pregunto.
- Señorita por favor.
- Perdón...
- Soy la muerte -me dice y agrega-: disculpe que lo interrumpa en sus pensamientos, pero creo que el miedo le dejó valentía... ¿No es así?
Yo, hago silencio, asiento lentamente y vuelvo a posar mis ojos en mi pájaro.
Dejo caer los hombros; sé que estoy vencido y no tengo nada más que hacer.
- No quiero ser una carga para usted... pero ya que el miedo, le dejó valentía...
y por ende no me teme... ¿Podría usted hacerme compañía en esta tarde lluviosa?
- me pide.
- ¡Claro! -le digo un tanto alegre. ¡Siéntese! -le ofrezco. Y se sienta a mi lado, en una silla de madera despintada un tanto enclenque-.
Creo, que trata de consolarme contándome algunas de sus historias; y yo le cuento algunas de las mías.
Reímos, y sólo nos quedamos en silencio de vez en cuando, cuando mi pájaro entona su canto.
Y así, ambos nos quedamos dormidos cuando llegó la luna.
Creo que la muerte ya se había alejado de mí, y cuando partió me había dejado la sensación de la verdadera libertad y de la verdadera vida, entonces, ya no tuvo más sentido el temerle a mi final...
Es sólo...
Es sólo que ahora, que aprendí... que sé tantas cosas, y mi corazón está repleto de explicaciones, deseo decírselo, contárselo a alguien... pero a nadie encuentro.
Creo que envejecí velozmente y velozmente, mi tiempo se fue de mí y cuando partió me había dejado... me había dejado...
Creo... que me había dejado, otra oportunidad de volver; de renacer, de comprender; entonces, no todo fue en vano.
-Entonces no todo fue en vano -murmuro.
Entonces volveré... volveré para seguir aprendiendo.